17 de abril de 2011

LOS LÍMITES RENOVABLES I


La energías renovables son limpias, no contaminan, son seguras, no producen accidentes mortales (aunque esto hay que matizarlo como expuse con un ejemplo en el post de Fukushima) y sobre todas las ventajas, son renovables (mientras haya Sol podremos contar con ellas). Entonces, ante tantas ventajas, ¿por qué no se implantan de forma masiva? ¿dónde está el pero? Muchos aducen causas conspiratorias de megacompañías energéticas o lo achacan a oscuros intereses políticos y económicos. Pero la realidad es más simple, no se implantan de forma masiva porque adolecen de enormes limitaciones.

Su fuente en todos los casos (menos la geotérmica), procede de la energía que nos llega del Sol. El astro rey calienta la atmósfera terrestre creando los ciclones que nosotros aprovechamos mediante los generadores eólicos. A su vez, los ciclones, mueven las olas que aprovechamos mediante los generadores mareomotrices. O bien el sol calienta el agua del mar, que se evapora y crea nubes que descargan sobre nuestros embalses hidroeléctricos. También podemos utilizar la radiación solar directamente mediante espejos, o células fotovoltaicas.  Incluso las energías no renovables como el gas natural, el carbón y el petróleo, provienen de la captación de la energía solar que hizo la vegetación en el pasado. Podríamos considerarlas como energía solar fosilizada.

Si exceptuamos la energía hidráulica, todas las restantes son de una intensidad energética muy baja. Eso quiere decir que tenemos que construir grandes dispositivos, muy complejos y caros para beneficiarnos de esas fuentes energéticas. Podemos definir la tasa de retorno energético o (E.R.O.E.I) como la cantidad de energía neta que obtenemos en relación a la energía invertida en su explotación. Este principio es muy importante y volveré a mencionarlo en futuros post. El problema de la mayoría de energías renovables es que necesitamos invertir mucha energía para obtener muy poca energía neta. Por ello su calidad de explotación es muy baja y la producción de electricidad resulta sumamente cara. Y, por esa misma razón, los ciudadanos que nos negamos a pagar por la electricidad tres o cuatro veces más de lo que ya pagamos, impedimos indirectamente su implantación.

Fijémonos en el ejemplo de la energía eólica. En su caso la energía no se encuentra disponible cuando uno lo desea, sino cuando las condiciones meteorológicas son propicias. Puede darse el caso de que cuando más electricidad demanda el país no hagan ninguna aportación, o que cuando la demanda de electricidad es baja nos encontremos con un exceso de energía en la red. El primer problema se resuelve extendiendo geográficamente la red, e instalando muchos más megavatios de los necesarios. De este modo nos aseguramos un suministro de energía de origen eólico más o menos estable. Pero con ello también hemos incurrido en un considerable incremento del coste económico de explotación, pues necesitamos tener muchos más generadores de los inicialmente necesarios y una red eléctrica compleja e inteligente.


La red eléctrica nos la podemos imaginar como una red de tuberías de agua. La red debe mantener en todo momento la presión del agua en su interior, o de lo contrario, cuando alguien abra el grifo se encontrará sin agua. El único modo de que eso no ocurra es comprobar constantemente cual es la demanda de grifos abiertos y ajustar en consecuencia el caudal de agua que inyectamos en la red. Si nos quedamos escasos habrá problemas de suministro, y si nos pasamos provocaremos la rotura de la red y un gran apagón. Se pueden imaginar el rompecabezas que supone para Red Eléctrica de España conjugar la demanda energética nacional con un suministro volátil de energía que sopla más o menos, unas veces por aquí y otras por allá. España, junto con Dinamarca son dos de los pocos países que han logrado solventar ese problema mediante una red eléctrica inteligente.

Continuara…

No hay comentarios: